Por alguna razón asocio la amabilidad con algo que toda mamá siempre les recuerda a sus hijos. Nadie le dio clases de hostilidad a aquel pequeño, pero brota de su misma humanidad. “Sé amable” son palabras que también los adultos necesitamos recordar.
Efesios 4:2 nos llama a “toda amabilidad” (RV60) o a ser “siempre amables” (NVI). Esta misma palabra aparece en nuestra Biblia en otros pasajes como mansedumbre o gentileza. ¿Vienen a tu mente algunos versículos?
El concepto se refiere a no buscar los intereses propios. Es no ocuparse del yo, sino de los demás. Así que no tiene nada que ver con una debilidad, sino todo lo contrario. ¡Cuánta fuerza de voluntad se necesita para negarse a uno mismo!
Sin duda alguna, esta es una característica muy espiritual. De hecho, Gálatas 5:22,23 nos recuerda que hay algo más allá de la amabilidad meramente humana, porque hay una que solamente el Espíritu puede dar. Además, el mismo apóstol Pablo en su segunda carta a los corintios, al escribirles para exhortarles a reaccionar y no dejarse llevar por falsos maestros con falsos evangelios, apela a la “mansedumbre y ternura de Cristo” (2 Corintios 10:1). Así que ese llamado que tenemos a ser amables, como hijos de Dios, es un reflejo de una vida transformada por Dios. Cristo es nuestro ejemplo supremo (Mateo 11:29).
Nuestra espiritualidad no es simplemente ritualismo religioso. Es relacional. Es decir, un buen termómetro de nuestra vida espiritual es nuestro trato a los demás. Notemos cómo los verdaderos creyentes se comportan, según Colosenses 3:12.
Esto quiere decir que cualquier indicio de desprecio, sarcasmo, rudeza, frialdad o antipatía hacia mis semejantes es un indicador de una vida espiritual muy frágil. Además, ¡cuánto lastima la unidad entre nosotros! Por muy pequeña que parezca una palabra hostil, una mirada, una actitud, no es inocente. Puede causar una herida muy grande.
Quizás es fácil ser amables con aquellas personas que también lo son con nosotros, o con aquellos que son lindos y hacen todo bien. ¿Pero qué actitud tomamos ante quienes nos ofenden? ¿Cómo tratamos a aquellos que no han cumplido con nuestras expectativas? El apóstol Pablo les recordó a los creyentes en Galacia que se cuidaran de la actitud incorrecta a la hora de abordar a alguien que ha cometido una falta. En lugar de destruirle, los cristianos deben acercarse con amabilidad para restaurarle (Gálatas 6:1). ¡Cuán importante es esta cualidad para ayudarnos unos a otros a ser lo que Dios espera que seamos!
Bíblicamente, la amabilidad es tan importante como la justicia, la piedad, el amor (1 Timoteo 6:11).
Que el recordatorio en Tito 3:1,2 esté muy presente en nuestra mente y corazón, en nuestras actitudes y palabras, delante de Dios y de todos los hombres.