“Uno no nace al mundo para hacer todo, sino para hacer algo”.

-Henry David Thoreau

La Vida Pasa

¿Alguna vez has sentido que la mayor parte de tu vida simplemente pasa? Como si, en lugar de elegir las cosas que llenan tu día, la vida pareciera arrastrarte en su flujo de expectativas y obligaciones?

Me encanta mi vida. De verdad.

Amo a mi familia. Me encanta mi trabajo. Me costaría encontrar algo que pudiera ser más afortunado de lo que soy.

Sin embargo, la vida parece más ocupada de lo que debería. Muchas cosas parecen urgentes. Cada pequeña tarea, cada oportunidad, parece tan importante.

Cuando logro sacar la cabeza del agua, cuando tengo un momento de tranquilidad en la rápida corriente de expectativas, me encuentro preguntándome si mi vida es como debería ser. 

¿Se supone que la vida simplemente pasa por mí? ¿O hay una manera de sentir que realmente estoy eligiendo las cosas que llenan mi día?.

Ocupaciones

Antes, cuando preguntaba a un amigo o conocido cómo le iba, me respondía algo así como “Me va bien. ¿Cómo estás tú?”.

Ahora, en respuesta a la misma pregunta, normalmente escucho un ligero, pero importante, añadido: “Eh, estoy ocupado, pero bien. ¿Cómo estás tú?”.

Llevamos la vida ocupada como una insignia de honor de una batalla que desearíamos no haber librado nunca.

De alguna manera, en nuestra sociedad, estar ocupado connota un grado de respeto. Estar ocupado es ser necesario, ser deseado, ser valorado y valioso. Estar ocupado es elegir ser un miembro productivo de la sociedad, un miembro productivo del reino de Dios.

Elevamos a aquellos que han convertido sus negocios en instituciones a base de un trabajo duro e incesante. Reverenciamos a las personas que lo tienen todo y que, sin embargo, parecen tener una capacidad ilimitada para conseguir más. 

Distracciones

Si hay algún respiro de la actividad en la sociedad actual, no suele ser más que una forma de distracción. Nos dedicamos mucho menos a descansar de verdad y mucho más a evadir. Nunca ha habido más oportunidades de distracción que en la actualidad.

En nuestros bolsillos tenemos un dispositivo con un potencial de distracción aparentemente ilimitado. Los algoritmos de las redes sociales están diseñados para captar y mantener la mayor parte posible de nuestra atención. Se produce y se ofrece más televisión entretenida de la que una persona razonable podría consumir.

Parece que, como personas, saltamos de la productividad acelerada a la distracción sin sentido, chocando con las diversas oportunidades de evasión después de entregarnos al motor de la sociedad que nunca se desacelera ni tampoco se detiene.

Un Camino Diferente

Pero si observamos lo que nuestro nivel de ocupación y distracción está produciendo, ¿funciona realmente esta forma de vida para nosotros?.

Si bien podemos maravillarnos con las industrias, la tecnología y los avances logrados con mayor rapidez y regularidad que nunca, ¿está mejorando el estado de nuestra humanidad?

¿La tecnología que hemos creado nos sirve realmente, o somos nosotros los que la servimos a ella?

¿Y están las cosas mucho mejor en nuestras esferas cristianas? ¿Estamos unificados y ungidos? ¿Estamos dando un fruto significativo, visible y eterno? ¿Se ven las cosas mucho mejor en nuestras iglesias, nuestras denominaciones, nuestras instituciones 

En Efesios, Pablo nos dice: No participen en las obras inútiles de la maldad y la oscuridad; al contrario, sáquenlas a la luz Saquen el mayor provecho de cada oportunidad en estos días malos. No actúen sin pensar, más bien procuren entender lo que el Señor quiere que hagan“. (Ef. 5:11, 16-17 NTV)

Si hacemos un balance honesto de la calidad de inversión de nuestro tiempo, nuestro dinero y nuestros talentos -recursos que Dios nos ha dado para que los administremos- es evidente que necesitamos reajustar y reinvertir.

No estamos obteniendo suficiente retorno de nuestra inversión. No estamos sanos y prósperos. Nuestras familias no están sanas ni prosperan. Nuestras iglesias no están sanas ni prosperan.

Y gracias a Dios hay un camino mejor. Pero ese camino mejor podría parecerse un poco a un viejo camino hecho nuevo. 

Una Regla de Vida

Encontré por primera vez el concepto de una Regla de Vida al leer el libro de Pete Scazerro, Emotionally Healthy Spirituality (Espiritualidad Emocionalmente Sana). Y en un momento en que mi vida se sentía tremendamente caótica y dispersa, su libro me llevó a una experiencia verdaderamente transformadora de crear intencionalidad para lo que más importa.

La Regla de Vida, aunque no es necesariamente común entre nuestras expresiones modernas de fe, tiene una rica historia en la tradición cristiana. La Regla de Vida tiene sus raíces en el siglo IV, pero fue utilizada principalmente por San Benito en el siglo VI. La Regla de Vida de San Benito facilitaba una estructura de apoyo a la intencionalidad de dos maneras principales: las prácticas y los votos.

San Benito alentaba las prácticas de “oración, trabajo, estudio, hospitalidad y renovación” dentro de los votos de “estabilidad, conversión y obediencia”. Si estás interesado en leer más sobre la regla de San Benito, hay muchos recursos gratuitos disponibles en línea.

Y en una época tan distraída y fragmentada, observo que cada vez más comunidades de fe se apoyan en las nociones de una Regla de Vida para ayudarles a crear y mantener la calidad de vida que sólo la intencionalidad puede producir

Así, al crear una Regla para tu propia vida, te estás uniendo a esa rica lista de creyentes, tanto del pasado como del presente, que buscan encontrar el sentido y la abundancia en la intencionalidad en Dios.