No me gusta cómo funciona mi memoria.

Si me pidieras  una lista de mis éxitos personales, me tomaría tiempo recordar algunos. “Seguro que en algún momento he hecho algo que vale la pena…” En cambio, si me pidieras una lista de mis fracasos personales, probablemente pensaría que eres un poco raro, pero podría darte con bastante rapidez y facilidad una lista kilométrica que se remonta a mi infancia. Los fracasos son memorables. Demasiado memorables y  por desgracia a menudo conllevan dolor y vergüenza.

A medida que mi lista de fracasos personales ha ido aumentando, he llegado a creer que no soy digno de recibir amor y aceptación. Casi me he sentido como un personaje de un videojuego que ha agotado todas sus vidas y sabe que se acercan las palabras “GAME OVER”.  A veces, me siento como un jugador de béisbol que está a punto de hacer un “strike out” por demasiados “swings” fallidos. En todo el mundo, hay un límite claro para los errores y consecuencias claras por infringir ese límite. Si fallas demasiadas veces, pierdes relaciones, trabajos, oportunidades, respeto e incluso amor. El mundo puede ser un lugar implacable.

En cambio, en los círculos cristianos se ha oído hablar del amor de Dios y de cómo funciona de manera muy diferente a lo que vemos en el mundo. En las Escrituras se describe como un amor inmutable, que no falla, profundo y que no se ve afectado en absoluto por nuestros éxitos y fracasos personales. Sin embargo, en un mundo carece de esto, no es extraño que nos cueste entender un amor así, y mucho menos dejar que penetre en nuestros corazones e identidades. Puedo decir en voz alta que el amor de Dios nunca me fallará, pero otra cosa muy distinta es creerlo en mi corazón.

Entonces, ¿qué podemos hacer para entender, creer y experimentar el amor incondicional de Dios? Bueno, hay bastantes maneras, como las Escrituras, la oración y la comunidad cristiana. Pero una de mis formas favoritas es a través de la adoración, o lo que a veces describo como orar a través de canciones. Hay algo especial en la música y en los cantos que hace que las cosas que tengo en mi cabeza se conecten con mi corazón.

Hace un tiempo sentía como si estuviera especialmente distante de Dios, muy consciente de mis carencias y fracasos y como una persona indigna de ser amada. En ese lugar comencé a escribir la verdad que sabía en mi cabeza, pero que ciertamente no estaba experimentando en el momento.

“No eres un Dios que rompe sus promesas

Tú no eres un Dios que incumpla sus promesas

Eres un Dios que nunca me falla

Aunque mil veces te he fallado”.

Esta verdad era la que necesitaba volver a creer. Con el tiempo se convirtió en una oración cantada a Dios y un recordatorio para mi corazón. Espero que pueda serlo para ti también hoy.

No importa cuán larga sea tu lista de fracasos, el amor de Dios nunca te fallará.