Partes rotas. Creo que todos, en algún momento, sienten que todo lo que tienen son piezas rotas. No estoy segura de cómo te encuentras ahora. Tal vez sientas que has ido demasiado lejos. Tal vez tu fe apenas arde como una pequeña brasa. Tal vez te han dado una última oportunidad en ese trabajo o relación. Tal vez has tratado de construir las cosas con tus propias fuerzas y luego te das cuenta de que se están derrumbando. No conozco la naturaleza exacta de tu quebrantamiento, pero el Padre sí y él desea cada una de tus partes.

¿Cómo respondemos a nuestro quebrantamiento? En mi caso, tiendo a querer tomar el control y tratar de resolverlo todo. Intento encubrir lo que el Padre ya sabe y trato de esconderme de él. ¿Por qué solemos ocultarnos de Aquel que murió por nuestro quebranto, del único que puede cambiarnos y restaurarnos? Si sabemos que el Padre es Amor y está lleno de gracia, ¿por qué seguimos escondiéndonos? Quizás sea porque sentimos que podemos ganarnos su amor.

Echemos un vistazo a las Escrituras… En el jardín, Adán y Eva desobedecieron al Señor y sintieron el peso de su quebranto por primera vez. Sin embargo, incluso antes del primer mordisco, el Padre tenía un plan de redención. Apocalipsis 13:8 (NVI) dice que Jesús, el Cordero de Dios, fue “sacrificado desde la creación del mundo” (NVI). Antes de que se cometiera el pecado, Jesús era el sacrificio planeado. Antes de que el velo separara a Dios y al hombre, Jesús fue el puente que lo rasgaría.

Como en el caso del hijo pródigo, el Padre, conociendo ya nuestras luchas, nuestra desesperación y nuestra debilidad, nos acoge con los brazos abiertos y con un amor que supera todo entendimiento (Lucas 15:20). Este es el corazón del Padre para cada uno de nosotros. Él nos ve. Su respuesta no cambia con el tiempo ni con el número de errores. No se cansa de nuestros fracasos. Su amor por nosotros es inquebrantable.

Esto puede ser difícil de entender porque este mundo es todo lo contrario. Nos premian y castigan por nuestro comportamiento. Un paso en falso puede arruinar una relación, un trabajo, una carrera, una reputación. Sin embargo, en el reino de Dios, “la misericordia triunfa sobre el juicio” (Santiago 2: 13). Su misericordia, su amor y su gracia no tienen fecha de caducidad.

Lo hermoso de nuestro Padre es que se deleita en usar a los quebrados y débiles para construir su reino. Dice que su “poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12: 9). Espero que esto te recuerde hoy que nada de lo que puedas hacer, ningún error o incluso un gran acto para Dios alterará la forma en que Él se siente y piensa en ti. Él ya conocía tus luchas y fracasos desde antes y eso no cambió su decisión de morir por ti, de tener una relación contigo y de usarte. Él es el único que puede crear un mosaico magistral con nuestras piezas rotas. Que nuestros corazones se abran a correr hacia el Padre el día de hoy en medio de nuestro quebranto y le permitamos usarlo para su gloria, como sólo él puede hacerlo, para construir su reino.