Recuerdo que cuando era una niña, estaba abrumada por el desorden que me rodeaba. Mamá me dijo que limpiara mi armario, así que allí estaba yo, rodeada de polvo, en medio de los objetos que habían sido arrinconados después de varias mudanzas…

Había tres problemas claros:

  1. Nunca había limpiado un armario
  2. No sabía cómo hacerlo
  3. No sabía cómo pedir ayuda

Pedir ayuda no formaba parte de mi cultura familiar. Las palabras “deja de llorar o te daré algo por lo que llorar” fueron el lema de mi educación. Así que ahogué las lágrimas (ahora me doy cuenta de que lo más probable es que fuera un ataque de asma) y escarbé entre objetos olvidados durante mucho tiempo.

Aparecieron objetos de mi infancia, cosas ligadas a los recuerdos y recuerdos ligados a los sentimientos. Allí estaba yo, una niña sola con estos dolorosos recuerdos.

Lo que no sabía es que ese día, Dios guardó todas mis lágrimas en una botella. Anotó mis penas en su libro. Permaneció cerca de mí aunque yo no era consciente de su presencia y, aunque todavía no podía oírle, me hizo promesas.

Prometió que tendría un hogar lleno de amor.

Prometió que un día mi corazón no volvería a ser el mismo.

Pasaron los años y mi corazón acabó abandonado, como aquel armario. Recuerdos del pasado que me abrumaban, fueron escondidos de mi vista. Mentiras cubrieron esos recuerdos como una gruesa capa de polvo y esas mismas mentiras me dejaron sin aliento. Aunque era una mujer adulta  con esposo y un hijo…

.. mis tres problemas permanecían.

  1. Nunca había limpiado mi corazón
  2. No sabía cómo
  3. No sabía cómo pedir ayuda

Sin embargo, una cosa buena cambió: aprendí que no estaba sola y que Dios estaba siempre cerca.

Él llamó a la puerta de mi corazón y desde el otro lado le oí repetir sus promesas.

“Un hogar lleno de amor”.

Y si le dejaba entrar, “Un corazón que nunca sería el mismo”.

Así que hice, de adulta, lo que nunca se me permitió de niña.

Pedí ayuda.
Con el tiempo, y con mi permiso, Dios arrancó las mentiras, pegó los recuerdos rotos e instaló ventanas que inundaron mi corazón de luz. Mis ojos necesitaron algún tiempo para adaptarse a esa luz.

Más tarde, Dios me preguntó si podía reparar mi averiado “sistema de alerta”. Empecé a dormir toda la noche. Dios se alegraba al ver su trabajo en mi,  mientras tanto, yo me sentía un poco tonta de pie en las habitaciones de mi corazón, retorciéndome las manos, deseando poder ayudar. Al notar mi ansiedad, Dios acercaba una silla y decía: “Descansa, me gusta estar contigo”. Sonriendo, volvía a la podredumbre muerta que había estado limpiando ese día.

Aprendí que el estado vergonzoso de mi corazón nunca le molestaba. Cada habitación era atendida con compasión y consuelo. Contemplaba el desorden y me decía: “Yo me ocuparé de esto”.

Con el tiempo le di acceso a más y más habitaciones de mi corazón. Incluso al temido armario.

Ahora que tenía ayuda, tenía esperanza.

Esto es lo que a Él le gusta hacer. Dios es el restaurador de los corazones. Su dedicación por los detalles no tiene comparación. Después de todo, es un carpintero.

Somos muy buenos tratando a arreglar todo, pero Dios es el que tiene los planos, Él es el experto. Él puede hacer por ti todo lo que ha hecho por mí y más.

La ayuda y la esperanza están aquí para quedarse, siempre y cuando firmes los permisos. ¿Cómo funciona eso?

Reconoce la verdad de que Él está cerca.

“El Señor está cerca de los quebrantados de corazón”. Salmo 34:18

A veces estamos tan abatidos que no podemos sentir que él está cerca de nosotros. Él está atento a nuestras necesidades. Se preocupa profundamente por nosotros. Nuestras preocupaciones son las suyas.

Oración para quitar el polvo:

“Dios, declaro que no acepto la mentira de que estás lejos y demasiado ocupado para mí. Dejo de creer que debo hacer todo esto por mi cuenta”.

Reconoce que tienes necesidades insatisfechas.

“En cuanto a mí, soy pobre y necesitado, pero el Señor piensa en mí”. Salmo 40:17

El abandono personal no es un fruto del espíritu, así que ¿por qué pensamos que es correcto esconder u ocultar nuestras necesidades?

Oración  declarando esta verdad:

“Dios, mis necesidades insatisfechas te importan. Tú piensas en mí y tengo tu atención. Mi corazón necesita ser restaurado y no puedo hacer el trabajo por mi cuenta. Te necesito”.

Pide ayuda. Firma los permisos.

“Tú eres mi ayuda y mi salvador, Dios, apresúrate a socorrerme”. Salmo 40:17

A veces nos encontramos en una situación y nos damos cuenta de que estamos metidos en un lío. La persona sabia sabe cuándo llamar al experto.

Oración para dar permiso a Dios para que dirija la obra:

” Ayúdame, Dios, esto es demasiado para mí. Tú tienes los planos y yo tomo la decisión de confiar en ti. Te doy permiso para que hagas el trabajo que sea necesario y yo seguiré tu ejemplo. Gracias por tu gracia, tu compasión y tu cuidado. Gracias por incluirme en este proceso, por respetar mi ritmo. Gracias por darme esperanza. ¿Por dónde empezamos?.”