Introducción
En medio de nuestra semana sobre las marcas de un verdadero cristiano, hoy examinaremos el mandato de Pablo de bendecir a los que nos persiguen. Bendecir a los que nos rodean y parecen estar en nuestra contra es un increíble acto de amor, que produce frutos no sólo en la vida de los demás, sino también en la nuestra. Que Dios nos haga comprender su corazón para este mandamiento y que nos dé el valor para vivirlo.
Pasaje Bíblico
“Bendigan a quienes los persigan; bendigan y no maldigan”. Romanos 12:14
Adoración
Misericordia | Twice Música
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Devocional
Piensa en un conflicto no resuelto que hayas tenido. Tal vez un amigo, cónyuge, familiar o compañero de trabajo te haya hecho daño. Reflexiona sobre la ira, la frustración y la sensación de injusticia que sentiste. Quizás todavía hoy tengas esos sentimientos cuando recuerdas esa situación. El conflicto sin gracia y perdón es como un pequeño agujero en el tejido de nuestras emociones que parece desgarrarse más y más con cada día que pasa. Cuanto más repasamos el escenario en la cabeza, la situación parece empeorar. Los sentimientos de falta de perdón y la necesidad de ser justos nos llevan a acarrear una carga cada vez más pesada. Y la Biblia nos enseña que la falta de perdón y la búsqueda de justicia constituyen un peso que no tendríamos por qué soportar.
Jesús cambió completamente nuestro sistema de justicia. En Lucas 6:27-31, dijo: “Pero a ustedes que me escuchan les digo: Amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los odian, bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los maltratan. Si alguien te pega en una mejilla, vuélvele también la otra. Si alguien te quita la camisa, no le impidas que se lleve también la capa. Dale a todo el que te pida y, si alguien se lleva lo que es tuyo, no se lo reclames. Traten a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes”. El camino de Dios está lleno de gracia y de amor incondicional, que no lucha por lo que siente que le corresponde. El mismo Jesús “no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y, al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!”. (Filipenses 2:6-8). Jesús optó por no devolver recíprocamente la persecución y las maldiciones que tuvo que enfrentar. En cambio, él vivió su vida buscando bendecir a todos con gracia y misericordia para que pudieran conocer la profundidad del amor de Dios. Y él nos llama a ti ya mí a hacer lo mismo.
Mateo 5:43-45 dice: “Ustedes han oído que se dijo: ‘Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo’. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen, para que sean hijos de su Padre que está en el cielo. Él hace que salga el sol sobre malos y buenos, y que llueva sobre justos e injustos”. Estamos llamados a vivir nuestras vidas bajo el entendimiento de que somos hijos e hijas de Dios. Y Jesús dice que amar a nuestros enemigos y orar por quienes nos persiguen demuestra esa posición nuestra de hijos de Dios. Has sido liberado del sistema de justicia del mundo. Ya no tienes que luchar para obtener lo que se te debe. En su lugar, puedes optar por deshacerte de ese peso y bendecir y servir a quienes te rodean.
“Bendigan a quienes los persigan; bendigan y no maldigan”. (Romanos 12:14). Dios peleará por tu justicia. Él será tu protector y defensor. Deja esas pesadas necesidades al pie de la cruz y sigue el camino de tu Salvador. El único camino para experimentar la plenitud de la vida abundante es elegir bendecir a tus enemigos en lugar de luchar contra ellos. El camino de Dios hacia la paz y la alegría se basa en el concepto de la gracia. Cuando eliges bendecir a los demás, incluso aunque no lo merecen, estás eligiendo vivir tu vida a la luz de la eternidad. Se te ha perdonado y se te ha ofrecido la gracia no porque lo merecieras, sino por la misericordia y el amor de tu Padre celestial. Sigue el ejemplo y la enseñanza de Jesús hoy, vive tu vida en obediencia a su palabra y experimenta el fruto de elegir bendecir a todos a tu alrededor, sin importar cómo te traten.
Guía de Oración
1. Medita en la enseñanza de Jesús sobre el perdón y la gracia.
“Pero a ustedes que me escuchan les digo: Amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los odian, bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los maltratan. Si alguien te pega en una mejilla, vuélvele también la otra. Si alguien te quita la camisa, no le impidas que se lleve también la capa. Dale a todo el que te pida y, si alguien se lleva lo que es tuyo, no se lo reclames. Traten a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes”. Lucas 6:27-31
2. Ahora pídele al Espíritu que te llene con el deseo de ser como Jesús y obedecer su palabra. Confía en que los mandamientos de Dios están destinados a guiarte a la mejor vida que puedas vivir.
“La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y, al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!”. Filipenses 2:5-8
3. Pasa tiempo en la presencia de Dios, permitiendo que el amor y la gracia que te ofrece te moldeen y te formen a la semejanza de Jesús. Cuanto más tiempo pases con Dios, más serás como él. Descansa en su cercanía.
Lectura Complementaria
Bendecir a quienes te han lastimado es una de las cosas más difíciles de hacer como creyente. Requiere la perspectiva y la fortaleza necesarias para elegir los caminos de Dios sobre lo que nos haría sentir más satisfechos en ese momento. Pero tienes el poder de elegir la vida abundante que Dios pone a tu disposición en cada momento. El Espíritu Santo te ayudará a perdonar y a ofrecer gracia a otros si le permites que lo haga. Elige bendecir a quienes te persiguen hoy, y observa cómo el amor y el honor que demuestras a los demás traen el cielo a la tierra a tu alrededor.
Lectura Complementaria: Mateo 5