Querida yo – antes del COVID,

No pude haberte advertido sobre lo que está pasando, aunque hubiera querido. No logro explicar con palabras la rapidez con la que las cosas cambiaron en unos pocos meses.

En un momento estás terminando tus vacaciones de primavera con una cena en tu restaurante favorito y al siguiente estás luchando contra el impulso de comprar cantidades excesivas de productos no perecibles mientras calculas el uso de papel higiénico de tu familia.

Parece que de la noche a la mañana aprendiste un nuevo vocabulario con palabras como distanciamiento social, cuarentena, ventiladores y transmisión de gotas. Te has convertido en un experto en Zoom y puedes debatir inteligentemente sobre la  teoría de la inmunidad del rebaño, los plazos de vacunación y las mejores formas de aplanar la curva.

Nuestra economía, que una vez fue próspera, ahora está repartiendo bonos o cheques de ayuda y casi de la noche a la mañana nos hemos convertido en una nación de estudiantes en casa. Hemos llorado por los estudiantes de último año de secundaria, nos preocupamos por los adultos mayores y lamentamos la creciente tensión racial que amenaza con dividir nuestra gran nación.

Pero, yo – antes del COVID, por favor recuerda que en algún momento del camino debes detenerte para hacerte una pregunta muy sensible e importante: Dios, ¿dónde estás en medio de todo esto?

La respuesta puede ser difícil de encontrar ya que los días se alargan y las noticias parecen más oscuras.

Pero escarba profundo.

Está ahí. Está ahí.

Lo encontrarás en los pequeños lugares donde siempre ha estado y mostrado su gran Gloria.

Busca a Dios en todo, desde los desfiles de cumpleaños hasta los partidos de fútbol de la familia. Lo encontrarás en las familias alrededor de la mesa y en las rutinas de dormir sin prisas. Está en tus innumerables paseos por el barrio y en las reuniones de Zoom con la familia extendida.

Sentirás su presencia cuando juegues con tus hijos, les enseñes a cocinar y a limpiar y, especialmente cuando veas a tu familia comprometida en encontrar descanso y perspectiva en una nueva y simplificada rutina.

Escucharás increíbles historias de Dios actuando a través de nuestros trabajadores de primera línea, cuidando desinteresadamente de los pacientes más enfermos y a menudo a costa de sus propias familias. Será evidente en la melodía de las ollas y sartenes sonando desde los balcones de los rascacielos cuando la gente se une en los momentos más difíciles.

La mano de Dios será visible cuando las comunidades se unan para apoyar los negocios locales y cuando los amigos y vecinos desempolven las viejas máquinas de coser para hacer máscaras para protegerse unos a otros. Sentirás su presencia cuando mires hacia arriba para ver a los aviones volar por el cielo, o incluso cuando mires hacia abajo y encuentres mensajes de esperanza en la colorida tiza de la vereda.

Supongo que lo que me gustaría que supieras es que va a haber momentos muy difíciles de sobrellevar, pero, en medio de la incertidumbre, hay una oportunidad de reafirmar la promesa de Dios de que está con nosotros, en nosotros y nunca nos dejará.

El Rey David lo dijo de esta manera:

¿A dónde podría alejarme de tu Espíritu?

 ¿A dónde podría huir de tu presencia?

Si subiera al cielo,

allí estás tú;

si tendiera mi lecho en el fondo del abismo,

también estás allí.

Si me elevara sobre las alas del alba,

o me estableciera en los extremos del mar,

aun allí tu mano me guiaría,

 ¡me sostendría tu mano derecha!

Y, si dijera: «Que me oculten las tinieblas;

que la luz se haga noche en torno mío»,

ni las tinieblas serían oscuras para ti,

y aun la noche sería clara como el día.

¡Lo mismo son para ti las tinieblas que la luz!. Salmo 139:7-12

Incluso la oscuridad no es oscura para Dios porque él es la luz. No hay ningún lugar al que podamos ir donde no esté totalmente presente, protegiéndonos incluso cuando las cosas que abrazamos parecen desmoronarse a nuestro alrededor.

El director del CDC (Centro para el Control y Pevención de Enfermedades) dijo recientemente que el coronavirus ha “puesto a este país de rodillas”. Mientras que él hablaba sólo metafóricamente, es un gran recordatorio espiritual.

Al ponerte de rodillas, que no sea por  desesperación y  ansiedad como tantos otros, sino en oración y obediencia, sabiendo que nuestra esperanza no está en la seguridad de este mundo, sino sólo en Jesús.

Búscalo.

 su fidelidad en las cosas grandes y pequeñas.

Y sé valiente en un “tiempo como este” para hablar de esperanza a un mundo que sufre.

“Para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor  para gloria de Dios Padre.” Filipenses 2:10-11