Ansiedad se define como un sentimiento de angustia, inquietud y preocupación o de estar intranquilo debido a la incertidumbre del futuro.

Algo en la experiencia humana hace que todos miremosoloo el futuro y pensemos en lo que podría ocurrir. Tendemos a hacer un gran alboroto sobre el mañana y sus problemas en lugar de disfrutar de los momentos y acontecimientos de hoy. Soy una ávida soñadora; siempre estoy imaginando cosas que podrían suceder en el futuro. Lo hago tan a menudo que me cuesta tomar distancia de lo que he creado en mi cabeza, lo que provoca ansiedad y temor cuando las cosas no van de acuerdo con los planes que he hecho. ¿Alguien más está conmigo en esto?

Esta generación sufre de ansiedad más que cualquier otra anterior a nosotros. Se nos dice que planifiquemos el futuro, pero que no nos preocupemos, porque “todo saldrá bien”. Hacemos planes para el futuro y vemos brillantes posibilidades delante de nosotros, sólo para decepcionarnos o frustrarnos cuando no funcionan. Intentamos manejar la forma en que se nos percibe, tratando de tomar el control de un mundo que parece estar constantemente en una espiral descontrolada, y aún así lucir fabuloso mientras lo hacemos. Estamos tratando de llegar a fin de mes en una economía difícil, mientras que todavía anhelamos perseguir los sueños que nos apasionan. Vivimos en un mundo que está en un constante estado de angustia, hay oportunidades para preocuparse a la vuelta de cada esquina, ¡y el futuro parece más nublado que nunca antes! ¡No es de extrañar que la epidemia de ansiedad esté en aumento!

Entonces, ¿qué podemos hacer?

¿Somos incapaces de luchar contra la ansiedad y el miedo?

Afortunadamente, no.

“No se aflijan por nada, sino preséntenselo todo a Dios en oración; pídanle, y denle gracias también.  Así Dios les dará su paz, que es más grande de lo que el hombre puede entender; y esta paz cuidará sus corazones y sus pensamientos por medio de Cristo Jesús.” Filipenses 4:6-7 

Estos versículos son una invitación a revisar nuestros corazones. No somos reprendidos o regañados por nuestra ansiedad o miedo, sino que somos redirigidos. Pablo está diciendo “en lugar de estar ansioso o temeroso por tus circunstancias actuales, eleva tus ojos y tu perspectiva a quien está en última instancia en control”.

Cuando la ansiedad y el miedo se apoderan de nosotros, tenemos la oportunidad de examinar dónde se deposita nuestra confianza. ¿Confías en ti mismo en esta situación? ¿Estás ocupado tratando de controlar los resultados? ¿Tienes fe en que Dios es tan bueno como dice que es? ¿Confías en que Dios es un buen padre que ama a sus hijos?

He aprendido que la incredulidad es el caldo de cultivo perfecto para la ansiedad. Cuando carecemos de fe, invitamos al miedo a nuestro corazón y permitimos que se instale. Pero esto no es algo que se arregle con pura fuerza de voluntad; es algo que surge de pasar tiempo con nuestro Padre celestial. Este cambio de la ansiedad a la fe, del miedo a la confianza, sólo viene a través del Espíritu Santo, que transforma nuestros corazones y mentes.

Pablo no dice en Filipenses 4 que cuando oramos Dios arreglará las cosas mágicamente. En su lugar, escribió que la paz de Dios inundaría nuestros corazones y mentes, nos dice que una calma enorme envolverá nuestras emociones y nuestros pensamientos. Cuando nuestras mentes y corazones están en un estado de miedo caótico y ansioso, la paz de Dios lo supera. La paz de Dios destruye el caos.

Oro para que cuando la ansiedad y el caos nos rodeen, pongamos nuestra mente en las cosas de arriba (Col 3:2) y acudamos a Dios con nuestros problemas, preocupaciones y temores porque él se preocupa por nosotros (1 Pedro 5:7). Deseo que empecemos a reconocer las cosas que están bajo nuestro control y que ejerzamos nuestra autoridad sobre ellas y le dejemos el resto a Dios. Aunque no es fácil entregar todo al Señor, él  es un especialista en mostrarse en áreas en las que se le da cabida para trabajar. ¡Debemos elegir someternos y rendirnos ante Él!

“Dios dame la serenidad
para aceptar las cosas que no puedo cambiar;
el valor para cambiar las cosas que puedo;
y sabiduría para saber la diferencia.”