La vida es dura. Todos pasamos por cosas que ponen a prueba nuestra confianza en Dios y es incómodo. Nos enfrentamos a pruebas, dificultades, enfermedad, pérdida y dolor, y en esos momentos a menudo se siente como que no hay salida, no hay luz al final del túnel.

Confiar en Dios es creer y saber que Él es bueno, que te ama y que tiene el poder y el deseo de ayudarte. Hebreos 11:1 dice: “La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Creemos en Dios, y parece la idea más simple, pero a partir de ese momento, podemos aprender a confiar, lo cual es uno de los elementos más cruciales y es absolutamente fundamental para cualquier relación sana y cercana.

Durante años luché contra el cáncer en mi cuerpo, una temporada horrible y oscura que parecía interminable. Durante este tiempo, buscaba cualquier oportunidad para orar y estaba segura de que Dios me iba a curar. Oración tras oración fue levantada en mi favor y no pasó nada. Nada físico, al menos. La gente empezó a decirme que necesitaba más fe o que necesitaba creer más, y después de un tiempo, empecé a creerles. Empecé a creer que era mala, que era mi culpa que estuviera enferma y que no hacía lo suficiente para ganarme el favor o la bendición de Dios. Así que, me enderecé y estaba decidida a convertirme en una “buena cristiana”. Oraba más, leía más, me dedicaba más y me entregaba más desesperada por ganarme el amor de Dios.

Como si mi bondad pudiera alguna vez superar la suya.

En uno de mis días más oscuros, recuerdo haberme sentado en una vieja mesa de picnic marrón oscuro junto a un estanque lleno de patos. El sol brillaba y el aire olía a hierba recién cortada. Me senté allí llorando sintiéndome vacía y agotada. Había dejado de confiar en Dios mi sanidad o de creer que tenía algo bueno para mí. Abrí mi Biblia al azar en esa mesa y el Salmo 27 voló de la página hacia mí. David retrata abiertamente su profunda desesperación por Dios y su deseo de tener a Dios siempre cerca.

En este Salmo, David declara la bondad de Dios, reconoce todas las horribles situaciones que tratan de alejarlo de Dios, la fidelidad de Dios, y al final cuando reconoce que sus enemigos lo han rodeado una vez más, dice:

¨Pero de una cosa estoy seguro: he de ver la bondad del Señor en esta tierra de los vivientes.Pon tu esperanza en el Señor; ten valor, cobra ánimo;¡pon tu esperanza en el Señor!¨ Salmo 27: 13-14

El pensamiento final de este hermoso salmo es una declaración de fe. David tenía la seguridad de que valía la pena esperar a Dios y tenía plena confianza en la bondad del Señor. Esta verdad me cambió ese día. Justo cuando me había dado por vencida, Dios me recordó que nunca me iba a decepcionar. Puedo confiar en que me rescatará. ¡No te rindas! Tuve que confiar y creer que vería su bondad, que me rescataría del pozo de sufrimiento y autosuficiencia que había cavado, y cualquiera que sea el resultado de mi situación, ya sea que me cure o no, él todavía me ama.

Jesús dice en Juan 15:5: “Porque separados de mí no podéis hacer nada”. Crecí en un hogar en el que no se confiaba mucho en los demás. Confiábamos y dependíamos de nosotros mismos o de la familia, pero de nadie más. Es una dura realidad cuando aprendes que los humanos son, de hecho, humanos, y por lo tanto tienen una tendencia a decepcionarte. Pero en Dios, por otro lado, se puede confiar de todo corazón. Él nunca nos decepcionará.

Recientemente tuve la oportunidad de tener una conversación con un grupo de creyentes que eran más de 40 años mayores que yo. Hablamos de sus vidas de oración, cómo navegan por el dolor o la desesperanza, historias sobre el avivamiento que estalló en mi ciudad hace 60 años y escuchamos del profundo amor y aprecio que tienen por el Señor. ¡Fue el día más inspirador! Una de las respuestas más memorables que recibí fue cuando les pregunté cuál era su secreto para mantenerse devotos de Dios y amarlo por tanto tiempo como lo han hecho. Un hombre se puso a llorar y dijo que está absolutamente convencido de la bondad de Dios y está agradecido por lo bien que Dios lo ha cuidado. Yo estaba llorando al final de su historia, y dije, “¡Wow, espero algún día tener una fe como esa!” Me miró dulcemente a los ojos y me dijo: “Oh querida, todo lo que tienes que hacer es creer en él y confiar en él de todo corazón. Entonces la fe inquebrantable vendrá.”

Así que, como David, estoy aprendiendo a decir, “Dios, confío totalmente en ti”.

 Hubiera yo desmayado, si no hubiera creído que había de ver la bondad del Señor en la tierra de los vivos.”Salmo 27:13 LBLA

Manténganse firmes en la fe, amigos míos. Y recuerden, no importa la circunstancia, pueden confiar en él. Tu Dios te tiene, y te mantiene seguro.