Ayer mientras manejaba con mi esposa e hija cerca de casa vimos a unas personas tomándose fotos en la calle. Eso me trajo algunos recuerdos de mi adolescencia. Lamentablemente, no eran de los lindos, sino de ciertas marcas que han dejado una cicatriz en mi corazón. No, no se trata de cosas que alguien hizo para lastimarme, sino de palabras hirientes que yo dije hace tantos años. Tomé un tiempo para contarles acerca de cómo lamentaba ese pasado, y cómo me sentía hoy.

Por lo general, confieso que no suelo pensar mucho en lo que ha quedado atrás. Es decir, por un lado, tiendo a ser olvidadizo. Por el otro, con todas las responsabilidades que requieren atención, mi momento más productivo es cuando puedo pensar en el futuro y trabajar en planeación.

Creo firmemente que no fuimos diseñados para olvidar intencionalmente. Por mucho que se esfuerce, ninguno de nosotros puede proponerse olvidar lo que cenó ayer. Quizás ya lo recordaste, y si no, piensa un poquito más y llegará la imagen. Ahora, olvídala. ¿Pudiste? Imposible. De hecho, ya puedes dejar de pensar en la cena de anoche.

Olvidamos involuntariamente. A veces, eso es bueno. Significa que nuestra mente está ocupada, enfocada en algo más importante. Pero no siempre es el caso. Hay cosas del pasado que, como hijos de Dios, no debemos olvidar. Son sobrenaturalmente importantes.

En la Biblia encontramos un par de cartas del apóstol Pedro a creyentes que enfrentaban adversidades serias. En particular, la segunda hace referencia a una amenaza interna: falsos maestros. Pedro exhorta a los hermanos a mantenerse firmes en la fe, sobre todo a través del crecimiento en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo (2 Pedro 3:18). De hecho, el tema del crecimiento es tan
importante que desde las primeras palabras desafía a estos creyentes a mantenerse en una vida activa: “añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.” (2 Pedro 1:5-7)

El Señor nos ha llamado a una vida en acción, en misión. Por ello Pedro anima a sus lectores a una vida que constantemente cultiva las cualidades mencionadas, porque son indispensables para una vida productiva: “Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.” (2 Pedro 1:8)

En otras palabras, si somos discípulos de Cristo debemos permitir que su carácter se manifieste en nosotros y llevar una vida digna, de acuerdo con el llamamiento que hemos recibido (Efesios 4:1). Es una tragedia ser llamados cristianos y no vivir como Cristo. La clave dice Pedro, es alimentar una vida para que no se estanque sino crezca constantemente.

Ahora observa el contraste de quienes no trabajan en ello: “Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados.” (2 Pedro 1:10) Nunca olvides lo que Cristo hizo por ti en la cruz. Nunca olvides el perdón que necesitabas, nunca olvides el abismo espiritual de donde él te rescató. Nunca olvides la maravillosa gracia que te alcanzó. Nunca olvides que estabas muerto, pero ahora en Cristo tienes vida nueva, abundante y eterna.

Solo quienes tienen muy presente el regalo maravilloso de Dios, “quien muestra su amor para con nosotros en que, siendo aun pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8) vivirán hoy entregados por completo a aquel que murió y resucitó por ellos. Se presentarán como sacrificio vivo, santo y agradable como acto de adoración (Romanos 12:1). Vivirán siendo productivos, dando fruto, creciendo en la gracia y conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.

Es la obra de Cristo la que nos transforma y permite vivir un nuevo propósito. Nos enfoca hacia una vida santa.

Hay cosas del pasado que no debemos olvidar, nunca. Ayer cuando les conté mi historia, después de un par de lágrimas, mi hija me lo recordó. Con una sonrisa me dijo, “Pero recuerda, ya has sido perdonado”. No dejes de ver atrás para ver a tu glorioso Salvador y avanza, vive cada día para Él.