Devocional

Las páginas de la Biblia están llenas de declaraciones sobre la naturaleza maravillosa, misteriosa, poderosa y amorosa de nuestro Padre celestial. Las Escrituras son uno de los mayores regalos de Dios para su pueblo, quien tan fácilmente olvida la obra de amor que realizó para lograr una relación restaurada con nosotros. La Biblia es una compañera para aquellos que anhelan buscar y encontrar al Dios invisible que tanto desea ser descubierto. Abramos nuestros corazones hoy a las Escrituras y al Espíritu Santo, y recibamos una nueva revelación sobre cómo Dios desea usar su palabra para guiarnos cuando buscamos su rostro.

En Mateo 4:4, Jesús dice: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. El propósito de la Biblia es llenarnos de vida guiándonos directamente a nuestro Padre celestial. El poder de las Escrituras se basa en el hecho de que sus páginas contienen las palabras de un Dios que todavía es activo, poderoso y amoroso. Pasé años usando la Biblia incorrectamente. La veía como un conjunto de reglas que necesitaba leer y tratar de cumplir, más que como una guía para experimentar la aventura de la comunión con mi Padre celestial. Veía a las Escrituras como una tarea en lugar de verlas como las palabras de Dios escritas específicamente para mí. Finalmente me di cuenta de que mi problema no era la falta de voluntad sino la falta de revelación sobre la intención de Dios detrás de su rol de autor de la Biblia. Yo no había experimentado una vida vivida por “toda palabra que sale de la boca de Dios”.

Dondequiera que estés en tu proceso de comprensión de la Biblia, debes saber que hoy Dios tiene preparado para ti un nuevo deseo por su palabra. Él anhela llenarte con un deseo de leer las palabras que te guiarán a una vida abundante. El Espíritu Santo desea hablar directamente contigo a través de palabras escritas hace miles de años. Nuestra Biblia es un poderoso milagro salvaguardado para el beneficio de todos los que lo usan para buscar el rostro de su Creador. Que todos tengamos el corazón del salmista y crezcamos en nuestro amor por las Escrituras y por el Dios que las inspiró:

“¡Cuánto amo yo tu ley! Todo el día medito en ella. Tus mandamientos me hacen más sabio que mis enemigos porque me pertenecen para siempre. Tengo más discernimiento que todos mis maestros porque medito en tus estatutos. Tengo más entendimiento que los ancianos porque obedezco tus preceptos. Aparto mis pies de toda mala senda para cumplir con tu palabra. No me desvío de tus juicios porque tú mismo me instruyes. ¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras!¡Son más dulces que la miel a mi boca! De tus preceptos adquiero entendimiento; por eso aborrezco toda senda de mentira”. Salmo 119:97-104