Este año ha sido muy distinto a lo que pensaba. Sería mentira si dijera que ha sido fácil. La realidad es que en muchos aspectos ha sido extremadamente difícil. Sé que muchos de ustedes pueden sentirse identificados.

Seguramente todo lo que ha pasado este 2020 ha afectado la forma en que vemos la vida y la gratitud ha sido desplazada a un segundo plano. Cuando miramos las circunstancias que nos rodean, es muy probable que nos sentimos insatisfechos y es esa insatisfacción la que nos impide ver lo mucho que tenemos.

Si algo he aprendido este año, es que debo ejercitar la gratitud. En medio de tanta incertidumbre, cambios inesperados, pérdidas humanas y circunstancias que están fuera de mi control, debo ser intencional en mi acción de gracias. Es fácil olvidar todo lo bueno y poner más atención a lo negativo, a aquello que no tengo o que he perdido. 

Si nos detenemos a pensar, aunque sea solo un momento, nos daríamos cuenta que tenemos mucho para estar agradecidos.  Estamos vivos, tenemos ropa para cubrirnos, un trabajo, comida y, sobre todo, la alegría de tener una familia y amigos que nos rodean. 

Como familia hemos aprendido a estar contentos en medio de la dificultad. El Señor nos ha enseñado que la verdadera satisfacción no viene de lo que tenemos o podamos alcanzar materialmente, sino que es una actitud del corazón y creo que eso es aún más difícil. 

La palabra «contentamiento» ha estado muy presente en nuestro vocabulario últimamente. Podemos entender el contentamiento como la satisfacción o agrado que siente una persona. Es una satisfacción interior que no depende de circunstancias externas.

El apóstol Pablo habla a los creyentes con intención y autoridad sobre esto. Si hay alguien que lo pasó mal muchas veces, fue él. En 2 Corintios 11:16-30  da una lista de los que tuvo que sufrir por causa de Cristo. Azotes, encarcelamientos, naufragios, mordido por serpiente, desnudez, hambre, frío, traiciones y muchas otras. Sin embargo, ese mismo hombre en Filipenses 4:12-13 nos dice: “Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.”

Que tremenda afirmación. No cabe ninguna duda que Pablo entendió y vivió el contentamiento de forma intensa en su vida.  Él escribió la carta a los filipenses desde la cárcel. Está claro que sus circunstancias no eran las mejores y tenía todo el derecho y razones justificadas para quejarse. Y aunque no creo que haya sido algo fácil para él, es evidente que entendió que el contentamiento no tiene  que ver con algo, sino con alguien. Ese alguien es Cristo.

Vivir una vida de contentamiento no es algo que nos resulte natural. Es una actitud que requiere esfuerzo, aprendizaje y constancia. Es una decisión diaria frente a las situaciones difíciles de la vida.

 El contentamiento  es una actitud del corazón. Es consecuencia de tener nuestro corazón alineado con el Señor. Una fe cimentada en Cristo nos permite ver más allá de la tormenta. Nos da la certeza de que no estamos solos, de que Dios es nuestro Padre, amigo, proveedor y sustento.

Quiero invitarte a hacer un ejercicio. 

  1. Por un momento piensa en aquello por lo que estás agradecido. Trae a tu memoria esos momentos que te dan alegría y satisfacción. 
  2. Si hay alguien por quien estés agradecido, llámalo y hazle saber que es importante para ti. Seguramente será una inyección de ánimo para esa persona.
  3. Si hay algo por lo cual estés agradecido, escríbelo. Eso te ayudará cuando vengan momentos de insatisfacción y descontento. 
  4. Por último, lee el Salmo 103. Recuérdale a tu alma cómo ha sido bueno Dios en el pasado y deja que el Espíritu Santo te lleve a una oración sentida con acción de gracias. 

 

“Alaba, alma mía, al Señor;

    alabe todo mi ser su santo nombre.

Alaba, alma mía, al Señor,

    y no olvides ninguno de sus beneficios.

Él perdona todos tus pecados

    y sana todas tus dolencias;

él rescata tu vida del sepulcro

    y te cubre de amor y compasión;

él colma de bienes tu vida.

    y te rejuvenece como a las águilas.” 

 

Adoración

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