Una de mis temporadas favoritas es la Navidad. Los recuerdos más felices de mi infancia son en torno a ella. Mi mamá solía decorar nuestra casa con mucha anticipación y los villancicos comenzaban a sonar con fuerza a principios de noviembre.

Cada 24 de diciembre, celebrábamos un servicio especial en nuestra Iglesia. Los niños cantaban, las familias participaban y escuchábamos un sermón acorde a la ocasión.

Cuando crecí, me di cuenta de que toda esa celebración producía mucho estrés en los organizadores. Una cena especial, regalos para todos, prácticas adicionales para el ministerio de adoración y muchos otros preparativos. Era un montón de trabajo adicional que yo no lograba ver cuando era una niña. Sin embargo, la hermosura de la navidad seguía presente para mi.

Hoy que soy madre de 2 hijos, trato hacer de esta época algo especial para ellos. Aún estamos construyendo nuestras propias tradiciones familiares. Pero debo reconocer que ser la “anfitriona” no es tan sencillo.

Organizar esta celebración requiere un plan y un planificador. Hay muchos detalles que deben ser cubiertos y expectativas cumplidas.

Esto me lleva a pensar en aquel que planificó la primera Navidad y cuánto trabajo tuvo que hacer para que esto sucediera. 

Para que todo resultara bien, comenzó a prepararla con mucha anticipación. Desde el libro de Génesis podemos ver cómo se va pavimentando el camino para el nacimiento de Jesús.

El profeta Isaías nos habló de esto hace muchos  años atrás diciendo: Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.” Isaías 9:6

La noche en que nació Jesús, el cielo y la tierra celebraron. Había nacido el Salvador, el Mesías anunciado, el Redentor del mundo. La esperanza de salvación llegó a la tierra en forma de un inocente bebé. Cien porciento hombre y cien porciento Dios. 

Lucas  nos relata el encuentro de los pastores y los ángeles. Podemos ver el asombro de estos hombres sencillos al ser testigos del magnífico espectáculo celestial  y escuchar el canto angelical:

¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres! Lucas 2:14

No podemos negar que el año 2020 ha sido difícil en muchos aspectos y seguramente esta navidad será distinta a las otras. Algunos lugares en la mesa estarán vacíos. Es posible que aquellos que han perdido sus trabajos no puedan poner bajo el árbol de navidad lo que hubiesen deseado.  Pero en medio de esa dificultad, es bueno recordar el verdadero significado de la Navidad. Este no cambia. No depende de nuestras circunstancias. 

¡JESÚS NACIÓ! Y con su nacimiento nos trajo esperanza de vida eterna. Ese bebé nacido en un pesebre es el mismo que un día regresará en forma de Rey victorioso. En ese momento el plan de redención se habrá cumplido. La creación será restaurada y no habrá más llanto ni dolor. No habrá muerte ni separación. Sí, el año 2020 ha sido difícil, pero no es el final de la historia. El plan de Dios sigue en acción. Él aún no ha terminado.

“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.
Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.” Apocalipsis 21:4-5

Todo comenzó cuando ese niño nació. La esperanza llegó con la primera navidad y sigue vigente aún en este año.

Te invito a celebrar, a recordar el nacimiento de Jesús y a agradecer a Dios por este plan perfecto.

¡Feliz Navidad!