Esta ha sido una temporada de celebraciones como ninguna otra, y eso es es verdad. Es posible que puedas reunirte con tu familia y amigos, pero también puede que haya muchos de nosotros que no puedan hacerlo por motivos de salud, restricciones de viaje y precauciones de seguridad. Si estás solo y luchando con la soledad en este fin de año, sólo quería darte un poco de ánimo, decirte que eres visto y amado.

Este año nos ha dejado aturdidos a todos. Lo último que queremos es que nos quite algunos de nuestros momentos más preciados con la familia en torno a las festividades. Puede que estés llorando la pérdida de un ser querido, y lidiando con un corazón adolorido en esta época del año. Puede que estés pasando un tiempo muy difícil y anhelado estar con tu familia, lo que probablemente no vas a conseguir. Puedes estar sufriendo la angustia de la soledad de tantos días de aislamiento para proteger tu salud. Sea lo que sea que estés sufriendo, quiero animarte a que consideres y medites.  Invita al Sanador a tu dolor, soledad y anhelo.

Aquí hay algunas verdades simples; verdades en las que la cercanía de Dios se une al dolor en lugar de ignorarlo. Porque mientras el sufrimiento, el dolor y la soledad son parte de la vida en este lado del cielo, no tenemos un Dios que haga la vista gorda ante nuestro dolor. No tenemos un Dios que esté ausente. 

Tu soledad, tus anhelos no son irrelevantes para el corazón de Dios.

  • Jesús conoció el dolor

Isaías 53:3-4 dice: “Despreciado y rechazado por los hombres, varón de dolores, hecho para el sufrimiento.
Todos evitaban mirarlo; fue despreciado, y no lo estimamos.

Si este año estás sufriendo la pérdida de algo – un ser querido, compañía, un trabajo, un sueño, etc. – te encontrarás con un Jesús que no sólo simpatiza con tu dolor, sino que lo entiende y puede entenderlo profundamente. Él estuvo donde tú estás. Caminó en tu lugar. No es sólo un Dios de los altos y poderosos, sino un Dios de los humildes y pobres de espíritu. E Isaías dice que ha llevado nuestras penas y nuestros dolores.

¿Estarías dispuesto en estas fiestas a dejar que Dios te ayude a aliviar tu carga? ¿Estarías dispuesto a dejar que él cargue con tu dolor y lleve tu pena? ¿Lo compartirás con él? Cuéntale, deja que lo vea. 

Nuestras cargas son siempre más livianas cuando no las llevamos solos.

  • Dios restaura los corazones rotos y cura las heridas

No sólo tenemos un Dios que es profundamente empático y poderoso para soportar nuestras cargas, nuestro Dios es  sanador. No sólo es fiel, sino que es capaz. 

El Salmo 147:3 dice: “restaura a los de corazón quebrantado y cubre con vendas sus heridas.” Muchos de nosotros estamos caminando con grandes heridas en nuestros corazones y almas después de este año. Algunos estamos sufriendo mucho físicamente. Llevamos la increíble carga de estar solos en una época que se supone que está marcada por la unión. Necesitamos urgentemente un sanador, un Dios que nos haga sentir bien. 

Así que no sólo damos peso a nuestro dolor, no sólo nos abrimos a Dios, sino que dejamos que él obre en nosotros su gran fuerza sanadora con su poderosa mano. Le permitimos tocar esos lugares que duelen tanto y permitimos que su Espíritu aplique el bálsamo medicinal de su presencia. ¿Cuándo fue la última vez que te sentaste en la presencia del Señor y le permitiste hacer su trabajo de restauración?. Puede que no sea fácil, pero es un Padre tierno y  con manos suaves. Puede que sea el momento de permitirle hacer lo que sólo él puede hacer y comenzar el proceso de sanidad en ti. Haz espacio para que Dios hable en tu situación y te muestre dónde y cómo estuvo trabajando todo el tiempo.

  • Él está más cerca que un amigo

Si estás solo en estas fiestas y/o extrañas a alguien terriblemente, siendo todo lo anterior cierto e importante, quiero recordarte el amigo que tienes en Jesús. No estoy hablando de una canción de escuela dominical, sino de una amistad real, profunda, rica y duradera que nunca se irá de tu lado y que te acompañará en cada pena, cada fracaso, cada pecado y en la cima de cada montaña. Esta no es una amistad superficial, de redes sociales, sino una amistad más estrecha que cualquier amigo que hayas conocido. Trata a Jesús como el amigo que anhelas: habla con él a menudo, llora con él, reconoce su presencia, hazle preguntas. Conoce a este amigo perfecto.

Jesús dijo en Juan 15:15: “Ya no los llamo siervos, porque el siervo no está al tanto de lo que hace su amo; los he llamado amigos, porque todo lo que a mi Padre le oí decir se lo he dado a conocer a ustedes”.

Jesús te llama amigo. Piensa en esto por un minuto. 

Recuerda de nuevo lo que esto significa y cómo impacta en tu día a día. Jesús es un amigo presente para el corazón solitario. Es el sanador del corazón roto. Él te ayuda a llevar las cargas pesadas. Y en esta temporada de festividades, él es tuyo y tú eres suyo. Mientras pensamos en Emmanuel, este Dios con nosotros, que también lo experimentemos a él y a su eterna presencia.